Evocaciones Inenarrables del Horror Naturalizado, es una pieza de danza, unipersonal, en interacción directa del intérprete con un dispositivo escénico que por una parte ofrece la identificación de un espacio doméstico -un sillón y una puerta fuera de lugar-que contiene al cuerpo y diversas referencias a la cotidianeidad. Esta puerta cuerpo que contiene y soporta la acción, el movimiento, la presencia y que por otra, amplifica, registra, procesa y transforma el sonido del cuerpo y de sus movimientos en un material sonoro que a su vez, es manipulado en vivo por un músico que compone e improvisa sobre el mismo. Mezcla con otras capas generadas en directo por medio de una guitarra eléctrica y un set de efectos que permite diversas modulaciones.
Una acotada iluminación articulada en temperaturas y color, completa un conjunto altamente dinámico que se despliega en la cercanía de los espectadores, en un espacio muy íntimo. El lenguaje físico sitúa al cuerpo del intérprete en disposición cotidiana, en co-presencia, y en contacto visual con la audiencia. Los movimientos recorren dicho registro cotidiano para gradualmente ir ampliándose a otros, conectados con la evocación sensorial, sinestésica, energética, en imágenes y abstracciones, ofreciendo un cúmulo de evocaciones que encuentran relato en el recorrido escénico, danzado, gestual, respiratorio, performativo, sonoro y visual, así como en el imaginario de quien asiste.
(M)ás allá del virtuosismo con que la obra produce un viaje sensorial, es una crítica a la esterilidad positivista, es una experiencia reivindicatoria de la vitalidad que emerge cuando desnaturalizamos y abrazamos nuestros horrores.
Jan Kiwi
Los mismos conceptos aglutinados en el título delimitan de alguna manera el campo semántico del cúmulo vertiginoso de sensaciones que lo sonoro, lo kinético y lo visual desarrollan en este “enclaustramiento”. La intensidad y el grado de abstracción sugieren un público joven y adulto. Se recorre una elipse a través de diversos lapsos perceptuales dados por arcos de acción e intensidad que se ven interrumpidos por lapsos de reposo que están allí para hacer reemerger el presente a través de la respiración, las miradas, la percepción del paso del tiempo real, los detalles de los fenómenos físicos que tienen lugar.
La obra transforma el cuerpo, el tiempo y los objetos para poner en tensión la percepción y en reflexión los sentidos sobre la naturalización de los horrores pasados y presentes, personales y colectivos.
El metal golpeando la madera. Cierta estridencia. El pulso cambiante acentúa nuestra conocida sensación de golpes y sobresaltos en una noche que creíamos ilusamente un tiempo de reposición.